No cabe duda de que con los tiempos que corren, con un mercado muy contraído y en ocasiones con márgenes reducidos, la competitividad de una organización debe ser parte de su “ADN” y una condición indispensable.
A nivel micro o de empresa, la competitividad se entiende como la habilidad de una empresa para crecer en tamaño, cuota de mercado y rentabilidad.
En la teoría económica tradicional, los costes de producción determinan la competitividad a nivel de compañía, pero estudios recientes señalan como elementos fundamentales de la competitividad otros factores que determinan la capacidad de una compañía para alcanzar y mantener una posición ventajosa frente a cambios tecnológicos, económicos y sociales.
Entre éstos adquieren una especial relevancia las características de los recursos humanos (ej. habilidades y motivación), factores técnicos, como las capacidades de I+D y la habilidad para adaptar y usar tecnologías y factores de gestión y organizativos, tanto internos como de relación con agentes externos (clientes, proveedores, organismos privados y públicos de investigación, otras compañías, etc.).
Si profundizamos en el concepto de Ecoinnovación, veremos que es claramente otro de los elementos clave que confiere competitividad a una organización.
En su esencia, la Ecoinnovación trata de crear modelos de negocio (y añadiría su adaptación) que sean competitivos pero respetando el medio ambiente y reduciendo el consumo de los recursos en el desarrollo de los productos y servicios. [EIO and CfSD (2013) Eco-innovate! A guide to eco-innovation for SMEs and business coaches].
Adopta la perspectiva del ciclo de vida completo y además, en lugar de centrarse sólo en el medio ambiente, tiene en cuenta todas las etapas individuales del ciclo de vida. Abarca la reducción de los impactos ambientales de los productos desde su diseño, fabricación, utilización, reutilización y reciclaje.
Podríamos enumerar multitud de ejemplos concreto de actuaciones que enmarcaríamos en este concepto, pero no es el objeto de este artículo.
A grandes rasgos, se podría establecer una clasificación en función del que recibe las actuaciones/mejoras. Así pues, distinguiríamos entre actuaciones que impulsan a una organización hacia la Ecoinnovación enfocadas a mejoras del producto, mejoras en la empresa y mejoras en la experiencia de usuario / cliente del producto.
Algunos ejemplos podrías ser; la optimización de las prestaciones del producto, la mejora de la eficiencia del proceso de fabricación, el menor riesgo de obsolescencia tecnológica al estar mejorado tecnológicamente, o la mejora de la imagen, de relación con los clientes, proveedores, autoridades, empleados y del posicionamiento en el mercado.
En conclusión, podríamos decir que es un concepto relativamente nuevo pero que no cabe duda de que las actuaciones enmarcadas en dicho aspecto son bien conocidas, de carácter diferenciador, y orientadas siempre a una mejora de la competitividad que facilitará que cualquier organización pueda crecer en tamaño, cuota de mercado y/o rentabilidad